«El Cáncer de Mama no duele» (3/3)

Y seguimos un pasito más, esta vez creo que una de las publicaciones más importantes para mí.

Se levantaba la mañana del Lunes 8 de Abril y yo tan cabezona como siempre quise ir a coger el alta a mi Centro de Salud aprovechando que en mi trabajo me tocaba una semana libre en la que podía reposar. Antes de salir de casa me leí por encima el parte de baja para saber cuál tenía que entregar en la empresa. Leí que me pertenecían 240 días pero, no me alarmé demasiado hasta que le eché un vistazo a la parte del diagnóstico: «Carcinoma Infiltrante de Mama (CDI)». Todo me llamaba a que era la maldita enfermedad pero aún no me lo quería creer. Recuerdo que esa mañana tenía que hacer cantidad de cosas porque estaban acabando la obra en el piso que me acababa de comprar con mi pareja pero que al final no hice nada. Llamé a mi madre que empezó a indagar con los pocos datos que teníamos y a mis amigas más cercanas porque no sabía qué hacer, cómo actuar. Y fue justo cuando me contactaron de las consultas externas del hospital dándome cita para la recogida de resultados, me rogaron que no buscara en internet, que aguantara hasta el día 10 de Abril y que le preguntara todas las dudas al médico.
Así que llegué a casa a medio día sin el alta médica y aguantando las lágrimas, necesitaba estar cerca de los míos. Cerca de mi madre, abuela y hermanos… Lo primero que hice fue entrar en la habitación en la que estaba dormido mi novio y lo abracé despertándose al instante, le dije que era algo malo y empecé a llorar. Él me intentaba tranquilizar remitiéndose a las palabras que nos dijo la ginecóloga, eso de que a mi edad no salía nada malo y bla bla bla

Los dos días antes de la cita se me hicieron eternos, no pegaba ojo ninguno y mi mal humor aumentaba en proporción que se acercaba el día. Taquicardia de la incertidumbre que me invadía mientras que mis familiares aguantaban el chaparrón sin mostrar emociones de nerviosismo.

Miércoles, por fin el día. Entramos los últimos en la consulta, una hora casi y media de retraso. Sergio, mi pareja, no paraba de mirar la pantalla donde salían los pacientes a los que llamaban para que entraran a las visitas. Mi suegra, Segio y yo, nerviosos y desesperados hasta que por fin salió mi indicativo. Aparentemente tranquila y fuerte hasta que el médico lo dijo: «Tienes un Cáncer de Mama».
Es algo muy complicado, empecé a llorar sin consuelo igual que mi suegra. Sergio sin embargo permanecía firme sin derramar lágrima alguna acariciandome la pierna a modo de respuesta a mi llamada de auxilio aunque cuando salimos de la consulta se derrumbó. No duró mucho más, me tuve que hacer fuerte aunque en realidad estaba por los suelos pero yo pensaba… si me ven mal las personas que quiero ellos también lo van a estar y es exactamente lo que no quiero.

¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? Pues porque sí, sin explicación, así que dejé de buscarla para empezar a afrontar la noticia.
Llamé a mi madre, estaba nerviosa aunque fuerte y talante dándome ánimos y, ¿sabéis lo que me dijo? «Confía en mí porque yo te voy a ayudar a salir de esta, pase lo que pase y cueste lo que me cueste». Una madre, nunca falla.
Y así es como un día después de la noticia pusimos rumbo a Sevilla a que me trataran, cerca de mi familia aunque dejando atrás a mi pareja. Son momentos en los que hay que aguantar y demostrar. Ahora es mi turno, me toca cuidarme para intentar salir airosa lo antes posible de toda esta mierda, porque es una mierda.

Si has llegado hasta aquí y ya conoces mi historia me gustaría que me ayudaseis a ayudaros, me gustaría que me ayudaseis a concienciar que El Cáncer de Mama SÍ EXISTE, y que nunca mejor dicho está en nuestra mano poder frenarlo a tiempo.
Hagamos viral el hashtag #autoexploratelamama fomentando en las redes sociales el conocimiento de una enfermedad, que por desgracia, es bastante común en las mujeres de hoy.
Hoy soy yo, mañana puede ser cualquiera.

PONLO EN PRÁCTICA.

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«El Cáncer de Mama no duele» (2/3)

Y como lo prometido es deuda aquí estoy de vuelta delante del ordenador tecleando mi experiencia y reviviéndola, ¿sabéis una cosa? Ya no duele. No me duele recordarla por muy corta que sea. De hecho me sienta bien porque veo que estoy más fuerte que antes.
Como me dice mi pareja: «Eres fuerte pero siempre un poco más que ayer y un poco menos que mañana».

Ya había entrado la esperada Primavera y con ella todos cantando la famosa canción de la época que, por más años que pasen no va a pasar de moda… Sí, ya sé que habéis acertado. «La Primavera trompetera ya llegó» y pisando muy fuerte.
En Sevilla todos a la espera de Semana Santa y Feria, en Barcelona esperando que un soplo de aire fresco se llevara las lluvias y brotara ya el buen tiempo. En España en sí dandole la bienvenida a la época de festivales.
Y mientras tanto, yo, tranquila y nerviosa a la vez… Sé que es complicado tener esos dos estados de ánimos pero os aseguro que los tenía. Estaba 24/7 con el móvil en la mano esperando la ansiada llamada del hospital para que me realizaran la biopsia de mama, tres semanas después de la fatídica ecografía conseguí que me dieran la cita. 1 de Abril, se iba acercando la fecha y con ella mi mal humor, mi miedo. Sabía que algo malo estaba pasando.

Con los ojos medio cerrados aún ahí estábamos puntuales cual alarma mañanera mi pareja y yo, sentados en la sala de espera viendo cómo iban entrando y saliendo pacientes de la consulta sin parar. Y mi nombre, le dejé las cosas a mi novio, me cogió la mano apretándola con fuerza y me dio un beso de esos esperanzadores, de esos que se sienten muy dentro por muy rápidos que sean.
La enfermera me indicó que debía desvestirme de cintura para arriba y que debía tumbarme en la camilla. Me puso «betadine» por la zona del pecho derecho y axila y me tapó con una manta verde después de que la médica me volviera a realizar una ecografía. Me enseñaron el instrumental, me explicaron el procedimiento y me pusieron anestesia local.
Tras coger muestras del bulto, y digo bulto porque para mí todavía no adquiría el nombre de TUMOR, para mí aún había esperanza de que nada malo fuera. Pero bueno, como os iba contando, tras coger muestras del bulto decidieron hacerme una punción en el ganglio centinela para analizar si cabía la posibilidad de que estuviera afectado. Puntos y pósitos los cuales no podía retirar hasta el tercer día, un día de reposo e inquietud.

Jueves, tercer día desde la biopsia y día en el que por fin pude quitarme el apósito del pecho. Me miré fijamente al espejo y me asusté mucho. Tenía un hematoma de unos 6cm, de la rotura de algún capilar en la intervención quizás. Aún así, acudí al médico porque mis familiares estaban intranquilos y me dijeron que no fuera a trabajar, que me tenía que cuidar. Aunque me indicaron en el hospital que podía seguir haciendo vida normal a la mañana siguiente fui a mi médica de cabecera a coger la baja voluntaria, me dolía al hacer lo más mínimo de esfuerzo pero lo paliaba con el famoso «ibuprofeno».

Y hasta aquí, la segunda de las tres partes en las que he decidido contar mi pequeña historia.

Espero que os esté sirviendo a los poquitos que me leéis para tomar conciencia de que no por ser jóvenes estamos exentos de muchas de las enfermedades que la sociedad atribuye a una edad más avanzada.

¡Nos vamos leyendo luchadores!

Aprender por accidente

Un día te encuentras planeando un futuro en pareja y al otro estás cruzando España en coche de vuelta a tu ciudad natal.
Un día no eres consciente de todo lo bonito que te pasa y todo lo bueno que tienes y al siguiente te lamentas por no haber disfrutado más y mejor de todo aquello.
Un día estás en la que crees que es la puta cumbre de tu vida y al otro estás inmersa en la mierda más absoluta.
Un día pierdes las fuerzas tocando fondo y al siguiente es como si te lanzaran una cuerda y salieras del agua siendo una nadadora olímpica.
Que jodido suena, ¿verdad? En realidad no es que suene, es que lo es.

En este último mes me he dado cuenta de que todo pasa, tanto los buenos como los malos momentos. Y es que aunque nos empeñemos en decir que lo bueno dura poco no es así pues, dura lo mismo una semana de trabajo que una semana de vacaciones la única diferencia está en nuestra actitud.
Actitud negativa ante situaciones adversas mientras desprendemos adrenalina «por los cuatro costaos´» (como se diría en mi tierra) ante situaciones extraordinarias sin darnos cuenta de que hay que dosificarla.

Dejemos de tenerle miedo a esas situaciones que llegan por accidente para enseñarnos a ver mucho más allá de ellas.